
Dolidos por la pérdida de ese gran hombre, hicimos nuestro el dolor de aquella familia. Calificamos de inútil aquella última muerte. Exigimos y rogamos, suplicamos que así fuese. Sentimos nuestro cada pésame enviado. Con él, dijeron, nos han matado a todos. Guardamos luto y un minuto de silencio junto a las Autoridades de cualquier color y signo.
Fuimos testigos de todo ese gran teatro. De los comunicados de condena y de repulsa. De las banderas que hondeaban a media asta, de esa inmensa mayoría, de sus gritos, del ya basta. Basta.
Asistimos a todas las concentraciones. Fuimos a las mil y una manifestaciones. Vestimos lazos de

El mismo día hubo una muerte sin noticia, una de tantas que no se rentabilizan. Una de tantas en las que es algún obrero el que al igual que al vacío cae también en el olvido. ¿Qué valor tiene la muerte de un desgraciado?. El mismo valor que tuvo su nacimiento. ¿Dónde están sus viudas?, ¿Dónde?¿Dónde están sus hijos?, ¿Dónde las condolencias? ¿Dónde tanto y tanto grito?.
Fuimos testigos de todo ese gran teatro. De los comunicados de condena y de repulsa. De las banderas que hondeaban a media asta. De esa inmensa mayoría, de sus gritos, del ya basta. Basta ya. Basta ya.
Ni sus manos son tan blancas. Ni son blancas sus palomas. Ni es tan blanca su bandera. Ni tampoco sus entrañas. Su cal si que es blanca.
Fuimos testigos de todo ese gran teatro. De los comunicados de condena y de repulsa. De las banderas que hondeaban a media asta. De esa inmensa mayoría. De sus gritos, del ya basta. Basta.
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